sábado, 10 de agosto de 2013

El Hábitat político de los españoles. (2)


“No creo en las encuestas”. Mal empezamos... Es tanto como decir “no creo en los termómetros”. 

En la primera parte de este artículo, he caracterizado el perfil ideológico de la sociedad española como el propio de una sociedad que está claramente Centrada a la Izquierda.  No es una situación nueva. No es específica de la situación de crisis económica y política que atravesamos. No es el resultado de la coyuntura, sino que este centrarse a la izquierda es un rasgo estructural de la población española que se hace patente desde que termina la Transición con la aprobación de la Constitución de 1978.

Hace más de 30 años que el CIS viene ofreciendo datos (con periodicidad mensual) sobre la ubicación ideológica de los españoles, sirviéndose de una escala de diez tramos (1-10) en la que el 1 representa la posición más a la izquierda y el 10 la posición más a la derecha. Y lo primero que se puede decir de esta larguísima serie de datos, es que resulta tremendamente aburrida. Los porcentajes de ciudadanos establecidos en los distintos tramos de la escala, varían muy poco a lo largo del tiempo. Hay cambios y desplazamientos de un tramo a otro tramo vecino, sí. Y a veces apreciables. Pero en cuanto los agrupamos de dos en dos, esos cambios tienden a aminorarse e incluso a desaparecer. Se trata de desplazamientos cortos en el interior del espectro, que no alteran sustancialmente la estructura del conjunto.

Si comparamos la distribución en octubre de 1982 (el momento de la mayoría absoluta más aplastante obtenida por el PSOE de Felipe González) con el espectro ideológico que dibuja el barómetro de Noviembre de 2011 (a punto de consumarse la derrota electoral más profunda del PSOE, con Rubalcaba), encontramos lo siguiente:


Tramo
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10

Grupo
Izquierda Radical
Izquierda
Centro
Derecha
Derecha Radical
No Ubicados
1982
9
32
28
16
3
12
2011
8.6
28.6
30.1
14.6
4.0
14.1

Pasa de 69% a 67.3%
De 19% a 18.6%


41% a 37.2%
Pasa de 57% a 48,7%


Los cuatro primeros tramos de la tabla (que forman el conjunto de la izquierda) han perdido casi un 4% de su población entre las dos  fechas. Casi la totalidad de esas pérdidas se han producido en la población de los tramos 3 y 4, mientras que los tramos 1 y 2 han conservado su peso relativo, con una pérdida casi inapreciable de 0.4%.

En el ámbito de la derecha, los tramos 7, 8, 9 y 10, también han descendido un inapreciable 0,4% del 19% al 18.6%. Los aumentos se han producido en el Centro (2.1%) y en los que no saben ubicarse o no quieren contestar (2.1%).

Más allá de la constatación de esos cambios de matiz, la estructura global del espectro no ha cambiado sustancialmente. En 1982, los seis tramos más a la izquierda (Izquierda+Centro) suman el 69% de la población, mientras que los seis tramos más a la derecha (Derecha+Centro) suman el 57%.

En 2011, Izquierda+Centro suma aún el 67.3%, es decir, pierde 1.7 puntos, mientras que la suma Centro+Derecha ha descendido al 48.7%, perdiendo poco más de 8 puntos.  La posición que se ha fortalecido a lo largo de estos años es la correspondiente al tramo 6 (Centro-Derecha) razón por la cual, la posición media del conjunto se ha desplazado a la derecha desde 4.4 de 1982 al 4.9 de 2011. 

En febrero de 2000, en las vísperas de que el Partido Popular consiguiese su primera mayoría absoluta con Aznar, la suma Izquierda+Centro sigue reuniendo al 64.8%, mientras que la suma Derecha+Centro, alcanza el 49.2%, situándose la posición media en el 4.95. Cualquiera que sea la circunstancia electoral por la que se atraviese en cada momento, la característica estructural más constante en la escala ideológica de los españoles, es su carácter  de sociedad centrada a la izquierda.  Así ha sido a lo largo del período democrático y así sigue siendo a día de hoy, como mostramos en la primera parte de este artículo.

Por lo demás, suele formularse una crítica hacia estos datos del CIS, que me parece relevante y digna de ser tenida en cuenta: el carácter extremadamente subjetivo que tiene la elección de uno u otro tramo de la escala por parte de los encuestados. Ni el cuestionario ni el encuestador proporcionan la más mínima orientación acerca de lo que deba entenderse por Izquierda o Derecha. Ni se ofrecen parámetros evaluables con los que se pueda situar a los ciudadanos puntuando sus repuestas en base a un criterio uniforme.

La encuesta parte de dar por sentado que la generalidad de los encuestados conoce la diferencia entre Izquierda y Derecha. Pero, aunque así fuera, cada uno escogerá su posición en base a la evaluación intuitiva de ciertos rasgos con los que concuerda y que él reconoce como propios de la Derecha o de la Izquierda. De este modo, pueden coincidir en la elección de un mismo tramo, personas que en realidad tienen serias discrepancias ideológicas, porque parten de una noción distinta de lo que debe entenderse por izquierda o derecha, o porque conceden distinta importancia cuantitativa a los factores que cada cual ha considerado.

Esta objeción metodológica consistente en subrayar que la posición de cada encuestado en la escala no está determinada en base a un criterio objetivo y mensurable, tiende a devaluar y a poner en cuestión la significación y utilidad de estos datos. Y es cierto. Es preciso admitir que los encuestados piensan en cosas distintas a la hora de establecer su situación. Para algunos, será determinante la conciencia ecológica para establecer su posición a la derecha o a la izquierda. Para otros, el elemento básico será la aceptación o rechazo de la autoridad; para otros, la aceptación o rechazo de las creencias religiosas…

Ello significa que, por ejemplo, tres individuos pueden coincidir eligiendo el mismo tramo por razones distintas y no necesariamente significativas en la escala Izquierda-Derecha. Un republicano, un ateo y un socialista pueden coincidir en el mismo tramo, porque cada uno de ellos considera que el rasgo que el utiliza para ubicarse es determinante, por si solo, para justificar un posicionamiento en la izquierda.

Por mi parte, vengo sosteniendo desde hace tiempo y transmitiéndoles a mis alumnos, el criterio de que las diferencias en la escala Izquierda-Derecha, deben ser establecidas en orden a un criterio exclusivamente económico, proponiéndoles  el convenio de que,

lo característico de la Derecha sería:
  • Defensa de la propiedad privada.
  • Rechazo de la intervención del Estado en la actividad económica mediante empresas públicas en cualquier sector.
  • Libertad de mercado que implica el rechazo a que el Estado regule las operaciones de compra-venta que acuerdan productores y consumidores.
La izquierda se caracterizaría por:
  • Defensa de la propiedad pública de los medios de producción.
  • Intervención directa del Estado en la economía mediante la creación de empresas públicas en cualquier sector sin limitación.
  • Regulación del mercado sometiendo las transacciones a normas que impidan el abuso en el funcionamiento ‘espontáneo’ de las actividades de compra venta.



Ciertamente, el CIS no propone nunca que los encuestados escojan un tramo de 1 a 10 para señalar su proximidad a la defensa de la propiedad privada o la pública. Ni pregunta directamente acerca de las preferencias en cuanto a la intervención o no intervención del Estado en la economía. Alguna vez pregunta acerca del grado de apoyo de los ciudadanos a políticas de gasto en determinados capítulos del Presupuesto. Pero las respuestas a esas preguntas no me parecen significativas para establecer la gradación ideológica en la escala Izquierda-Derecha.

Entre las preguntas que he estudiado, sólo una me parece que puede ser indirectamente indicativa de la posición de los españoles respecto a estos rasgos económicos básicos que separan a la Izquierda de la Derecha. Es la que pide a los encuestados que señalen su grado de acuerdo o desacuerdo con la afirmación según la cual,

“Es preferible bajar los impuestos, aunque esto signifique gastar menos en prestaciones sociales y servicios públicos”

Las respuestas a esa pregunta, formulada con ocasión de un estudio especial en colaboración con la Universidad de Málaga (Estudio nº 2930, Enero – Febrero de 2012), arrojan el siguiente resultado

Muy en Desacuerdo
En desacuerdo
Ni acuerdo
Ni desacuerdo
De Acuerdo
Muy de acuerdo
11,5%
35,6%
18,3%
22,6%
4,4%
65.4%
27%
47,1%
 45,3%

Soy muy consciente de que se trata de una pregunta insuficiente, porque se dirige a establecer la afinidad con una u otra política fiscal dentro de un estado con estructura económica capitalista. Los límites extremos de la opción (muchos impuestos para muchos servicios sociales o pocos impuestos y pocos servicios sociales) son límites aceptables por el sistema, por cuanto que nunca se plantea, ni por asomo, llegar a dos alternativas extremas: socialización de todos los medios de producción y prestación de todos los servicios sociales por el Estado o, en el otro extremo, privatización de toda propiedad pública y prestación de servicios por entidades privadas en condiciones de mercado no regulado.

De contemplarse estas opciones, estoy por apostar que la moderada expansión hacia los extremos del espectro que se aprecia en las respuestas anteriores, se contraería de nuevo hacia el Centro. Pero admito que mi apuesta es pura especulación que no se funda en datos sólidos.

En todo caso, ante esta pregunta objetiva que pretende medir la concordancia ideológica de los sujetos respecto a un rasgo significativo en la diferenciación entre Izquierda y Derecha, lo primero que observamos es que muy pocos se ‘esconden’: contesta el 92,4% de los encuestados.  Y si comparamos las respuestas con las relativas a la auto-ubicación de los encuestados en ese mismo estudio, en Enero-Febrero de 2012,  observamos que:

Izquierda Radical
Izquierda
Centro
Derecha
Derecha Radical
8,0%
26,6%
32,4%
11,1%
2,9%
67,0%
14,0%
34,6%
46,4%

Basta con que preguntemos por un aspecto esencial de la política presupuestaria, que sirve para diferenciar a la Izquierda de la Derecha, para que el espectro se polarice, provocando que los habitantes del Centro se recoloquen y se desplacen respectivamente a su derecha o a su izquierda para reforzar a sus respectivos afines, en una cuestión que marca un criterio objetivo de diferenciación. Pero se trata de una polarización puntual que no afecta a la estructura global del espectro: los seis tramos situados más a la izquierda, concentran el 65,4% de la población. Porcentaje que resulta sorprendentemente parecido al 67,0% que resulta de la auto-ubicación subjetiva.

Una conclusión se impone: el personal sabe dónde está. Y sabe la razón por la que ha elegido estar ahí. A despecho de los miedos. De las manipulaciones. De los ríos de dinero que el capitalismo internacional se gasta en seducirlos y confundirlos. Lo que sucede es que cuando se les pregunta en general, sin acotar la pregunta a un factor concreto de diferenciación, incluyen otras consideraciones en su elección de la escala, que les llevan a desplazarse hacia el centro, no porque sean ‘más derechosos’, o ‘más izquierdosos’, sino porque cultivan conscientemente una actitud de acercamiento respectivo a las posiciones del bando contrario, en la certeza de que esa actitud de acercamiento, cimenta y fomenta un estado de coexistencia pacífica e incluso de convivencia, de paz social. El posicionamiento subjetivo hacia el centro forma parte de una tendencia consciente a rechazar la polarización de la sociedad, lo cual no significa que la mayoría no apoye políticas presupuestarias centradas a la izquierda.

Esa actitud de acercamiento, no goza –como es natural- de la aprobación  de las minorías situadas en los extremos, que la viven –en ambos bandos- como una traición, como un abandono de la lucha y un delito de ayuda al enemigo. La campaña de derribo a la llamada “cultura de la Transición” es una de las muchas expresiones que surgen de la legítima desaprobación, del legítimo desacuerdo, que estas minorías mantienen respecto a los pilares básicos del sistema de democracia constitucional inaugurado en 1978.

La actitud entreguista de los partidos mayoritarios a voluntades distintas y opuestas a la voluntad de la soberanía popular, que deberían representar y defender; la corrupción generalizada de una casta política enquistada en el corazón del sistema, proporciona argumentos a quienes esperan que esta coyuntura de crisis les ofrezca la oportunidad para derribar un sistema político del que no se sienten parte y que no sienten como suyo.

Dedicado al cultivo de la Historia, al estudio del pasado, me declaro incapacitado para adivinar el futuro. Ignoro si esta crisis derivará o no en un proceso constituyente que cambie radicalmente los fundamentos del sistema vigente. La posibilidad de cambios radicales y acelerados es algo que no resulta excepcional en la historia de las sociedades. Que una de esas transformaciones se pueda dar en España en un futuro próximo, es una posibilidad abierta.

Pero de momento, lo que yo leo en los datos de los que dispongo, es que una masa crítica, mayoritaria y centrada hacia la izquierda, mantiene las posiciones ideológicas básicas que han definido el perfil de la sociedad española desde los años de la Transición. Que la gente quiere cambiar a los dirigentes y representantes, es de una evidencia incuestionable. Que la gente quiere modificar la estructura y el funcionamiento de los partidos y los procedimientos electorales es una clamorosa exigencia.  Hay una evidente simpatía hacia las propuestas que implican cambiar el sistema. Pero no percibo que se esté fraguando un consenso ciudadano amplio para cambiar de sistema.

Que la población esté velando armas, para alimentar y fortalecer su ardor guerrero, en las vísperas ilusionadas del asalto final al capitalismo, es algo que me permito dudar.  No logro encontrar evidencias solventes que apunten en esa dirección.  Más allá de la febril actividad verbal que despliega una  minoría,  cuyas intervenciones se repiten una y otra vez, en los mismos términos,  en una constelación de foros de internet, yo no veo signos de ebullición que denoten que se esté preparando una acción revolucionaria. Lo que percibo es una preocupante deriva de esos activistas de vanguardia, no ya hacia el izquierdismo (aquella enfermedad infantil del comunismo contra la que nos advertía Lenin), sino hacia el simple jacobinismo burgués, cuajado de proclamas de ‘asusta-viejas’ que antes que un programa revolucionario, parecen ser la expresión de la frustración por haber perdido las calles y las plazas que creían tener ganadas.

Junto a esas minorías se posiciona –hacia el Centro- distanciándose, pero no enfrentándose, esa masa crítica de población que, según me parece observar en los datos, constituye el núcleo del actual sistema democrático y que está firmemente asentada en una posición Centrada hacia la Izquierda.  

Pero esa no es su única característica. Se trata de una población muy plural,  diferenciada en muchos matices ideológicos, que van más allá de la escala Izquierda-Derecha. Y el análisis de esos matices, nos lleva a dibujar el perfil de una sociedad  escorada también hacia el conservadurismo.  

En efecto, la Pregunta 19 formulada en el estudio del CIS citado anteriormente (nº 2930, Enero – Febrero de 2012), permite llegar a esa conclusión:

“Algunas personas consideran que lo más importante es, ante todo, que todos los/as ciudadanos/as tengan el máximo de libertad, aunque eso pueda implicar perder algo de seguridad, representando el punto '1' en una escala. Otras, en cambio, creen que lo más importante es conseguir el máximo de seguridad, aunque eso puede implicar perder algo de libertad, siendo el punto '10' de esa escala. Por último, algunas personas se sitúan en posiciones intermedias, ¿en qué posición se situaría Ud.?”                
De acuerdo con la propuesta que formulé en el artículo titulado “Un mapa más completo: El Gráfico de Eynseck”, he decidido representar las respuestas a esta pregunta en una escala  vertical Seguridad-Libertad y cruzarlas con las relativas a la auto-ubicación en la escala horizontal Izquierda-Derecha. Ello produce un tablero o ‘mapa político’ de 25 cuadrículas:



1     
2
3
4
5
6
7
8
9
10


NO
UBICADOS
19,01%


COMUNISTAS
8%

SOCIALISTAS Y
SOCIALDEMÓCRATAS
26,6%

SOCIALDEMÓCRATAS Y
SOCIO-LIBERALES
32,4%


LIBERALES
11.1%

ULTRA
LIBERALES
2,9%
GRUPOS

2,91%
0,81%
1,82%
3,79%
1,82%
1,0%



AUTORITARIOS
12,1%



10


9

3,91%
0,89%
4,60%
7,38%
3,79%
1,09%



CONSERVADORES
21,7%


8
7
7,18%
2,99%
12,95%
16,06
4,36%
0,52%



CENTRISTAS
44,1%



6
5
2,02%
1,25%
4,44%
2,78%
0,52%
0,20%



PROGRESISTAS
11,2%




4


3

1,01%
1,94%
1,94%
1,17%
0,28%
0,08%



LIBERTARIOS
6,4%



2

1

1,98%

0.12%

0,85%
1,17%
0,32%
0,04%

NO UBICADOS
4,5%



Aunque pueda parecer complicado, la lectura de este mapa es sencilla:


  • La parte alta del gráfico está ocupada por las gentes de tendencia más autoritaria y conservadora, cualquiera que sea su posición a la izquierda a la derecha o al centro. Aunque a algunos les cueste creerlo, la izquierda también cuenta entre sus filas a un buen número de autoritarios y conservadores. El conservadurismo no es un rasgo exclusivo de la derecha. Como el progresismo o el pensamiento libertario no es exclusivo de la Izquierda.
  • Por esa razón, las dos filas inferiores de la tabla, ubican a las gentes más progresistas y libertarias sean de la izquierda, del centro o de la derecha.


Pues bien, es fácil observar que,  los cuatro tramos superiores (7, 8, 9 y 10) de la escala vertical, acumulan el  40’6% de la población. Otro 44% situado en la fila central, es partidario de buscar el equilibrio entre la seguridad y la libertad. Los partidarios de acentuar y garantizar las libertades por encima de los valores asociados a la seguridad, quedan reducidos a un minoritario y revelador 20,6%: la mitad de la población autoritaria-conservadora.

En una situación así es fácil entender la dificultad de realizar políticas de afirmación y extensión de derechos sociales básicos: La igualdad de género, la protección de los dependientes, el matrimonio homosexual, el aborto, la cobertura sanitaria y educativa a los inmigrantes, los derechos de los animales, la protección del medio ambiente y otras políticas que, incluso desde sectores de la izquierda, son motejadas de pintorescas, tienen una amplia probabilidad de contar con más detractores que defensores; con más opositores que partidarios.

Porque aunque es verdad que uno de los aspectos de la ubicación ideológica de los españoles es su mayoritario agrupamiento en el Centro Izquierda, no es menos verdad que otros enfoques complementarios, distintos del de la pura linealidad Izquierda-Derecha, nos presentan una sociedad española que también y al mismo tiempo está mayoritariamente agrupada en torno al Centro Conservador, que concita simpatías y complicidades (aunque en diverso grado) en todos los sectores del espectro Izquierda- Derecha.

El desplazamiento electoral hacia las opciones conservadoras, que tienden a encontrar un amplio apoyo espontáneo, puede que esté en la base de la explicación de esa aparente paradoja que señalábamos en la primera parte de este artículo: Que en un país con clara mayoría de Centro Izquierda, tengamos un Gobierno claramente de Derechas.

Quizá sea hora de empezar a postular la idea de que el 20 de Noviembre de 2011, no se dilucidó solamente un  enfrentamiento entre unos electores partidarios de ejecutar severos recortes de gasto, para detener el crecimiento de la deuda y disminuir el déficit, contra electores partidarios de elevar selectivamente los impuestos, y mantener el nivel de gasto, para afrontar la disminución de la deuda y del déficit a un ritmo más pausado y a más largo plazo.

Quizá haya que empezar a subrayar que junto a esa discrepancia en el modo de gestionar la crisis de la deuda, el electorado solventó también en 2011, una segunda contradicción: la que venía enfrentando durante los últimos años a los conservadores con los progresistas.  Y ganaron los conservadores. Los partidarios de que la educación no sea un derecho para todos. De que los emigrantes irregulares no tengan prestación sanitaria gratuita. Los que no reconocen el derecho de la mujer a abortar. Ni el derecho de los homosexuales a la igualdad civil en el matrimonio y en la adopción. Ganaron los que quieren que en las aulas haya religión, pero no ciudadanía. Los que les molesta visceralmente la pluralidad porque les obliga a negociar y a ceder. La derecha ganó por conservadora, no por liberal.

Y eso si ofrece un principio de explicación lógica: porque en España, la derecha liberal no es mayoritaria, pero el conservadurismo, sí.