martes, 16 de diciembre de 2014

Los simpatizantes de los Partidos Políticos

Hoy he leído en POLITIKON un magnifico artículo en el que se describen detalladamente muchas características que ayudan a dibujar el perfil del votante de PODEMOS y en el que se compara ese perfil con el que muestran otros partidos.

Pese al interés que me ha suscitado su contenido, me ha llamado poderosamente la atención la imprecisión terminológica y conceptual en la que, a mi juicio, incurre el autor del artículo a la hora de manejar los conceptos que le sirven para establecer la base electoral probable de los partidos.

Según su criterio, la pregunta ¿Quiénes son los simpatizantes de Podemos? puede ser respondida analizando a sus votantes y simpatizantes. Nada que objetar, hasta ahí, si no fuese porque en una nota aclaratoria a pie de página, afirma textualmente:

En este artículo me refiero a votantes y simpatizantes como la misma cosa porque la variable que he usado es la denominada “voto+simpatía” del CIS.

Votantes y simpatizantes no son conjuntos idénticos aunque, eventualmente, puedan ser coincidentes. No son la misma cosa. El CIS, con buen criterio, los separa, precisamente por ello, distinguiendo entre 'intención de voto', 'simpatía' y 'voto +simpatía' . La variable 'voto+simpatía' es un binomio, una expresión constituida por dos términos distintos que es preciso sumar. Votantes por un lado y simpatizantes por otro. Y aún así, la expresión 'voto+simpatía' es equívoca e induce a error, si no se define con rigor.

En realidad, donde se dice voto deberíamos decir intención declarada de voto:
  • Los encuestados declaran el partido al que votarían, con independencia de que esa declaración sea verdadera o falsa.
  • Cuando un encuestado quiere ocultar el sentido de su voto puede recurrir a dos mecanismos:
    • Declarar en falso una opción por la que no tiene intención de votar o
    • acogerse a la opción 'No Contesta'
  • Declarar que uno tiene intención de votar al partido A, no implica necesariamente que uno simpatice con el partido A. Se puede ser votante de un partido, sin simpatizar con él. Cuando esto sucede, se habla de 'voto prestado' por otros partidos al partido A, en el sentido de que el voto sólo se puede considerar 'consolidado' cuando el votante simpatiza con el partido al que vota. 
  • El primer término del binomio (Voto + simpatía) refleja el número de los que dicen que van a votar al partido A, sea verdad o mentira, sean simpatizantes o no lo sean.
Análogamente, en el segundo término del binomio, donde se dice simpatía, deberíamos decir simpatizantes indecisos. No hacerlo,también es equívoco, e induce a error, porque, en sentido propio, ese término, cuando se emplea como parte del binomio, no se refiere a todos los simpatizantes, sino solo a los simpatizantes dubitativos y a los que desean ocultar el sentido de su voto. Solo esa fracción de los simpatizantes, la de los simpatizantes indecisos es la que se agrega en el binomio.

El binomio voto + simpatía incluye, por tanto,

  • "VOTO":
    • Encuestados que declaran que votarían al partido A pero no son simpatizantes de A
    • Encuestados que declaran que votarían al partido A y que son simpatizantes de A
  • "SIMPATÍA":
    • Simpatizantes de A que aún no saben lo que votarán o no quieren declararlo.
El binomio en cuestión no incluye a los simpatizantes de A que declaran su intención de votar a otro partido B, ya que aparecen en el binomio correspondiente al partido B, incluidos como votantes que no simpatizan con B.

En los tiempos que corren, fiarse en demasía de estos parámetros clásicos, es fuente de abundantes e importantes errores. En condiciones ´normales' fiarse de la intención de voto declarada puede considerase aceptable, tanto mas cuanto que podemos calcular con cierta aproximación la cuantía de las declaraciones falsas y evaluar el ´voto oculto' partiendo del recuerdo de voto. Del mismo modo, admitir que la simpatía es un elemento decisorio a la hora de orientar el voto indeciso, puede ser un exceso de confianza, que conviene matizar: el que entra en duda, puede acabar inclinándose por votar al partido que suscita su simpatía, pero también puede resolver su indecisión votando a otro.

Pero no estamos en 'condiciones normales' sino en unas condiciones de cambio rápido del panorama electoral en la que el partido que irrumpe con con mas fuerza, casi no tiene historia: tenemos dificultades para establecer el recuerdo de voto, porque ese partido no se presentó a las últimas elecciones. Admitir que todos los que declaran su intención de votarlo en las próximas elecciones dicen la verdad, sin corrección alguna, es arriesgado. Tan arriesgado como no admitirlo y establecer correcciones arbitrarias sin base estadística para hacerlo.

En todo caso, sean cuales sean los parámetros que cada uno utilice para establecer una base electoral de referencia aplicable a cada partido, lo importante es que no se confundan la naturaleza y el significado de cada uno de los conjuntos que componen esa base electoral.

En el artículo que comento, su autor, Kiko Llaneras, acepta el binomio 'voto+simpatía' como referencia de lo que constituye (constituía, en octubre) la base electoral de PODEMOS. Ninguna objeción, siempre que se tenga en cuenta que al utilizar este parámetro, no nos estamos refiriendo indistintamente a votantes o a simpatizantes como él pretende. En rigor, estamos considerando por una parte, hipotéticos votantes, que simpatizan o no con el partido en cuestión y por otra, simpatizantes indecisos que no sabemos si acabarán, o no, siendo votantes de ese partido.

Cuando utilizamos los datos de las encuestas del CIS relativos a la intención declarada de voto y a la simpatía hacia los partidos, estamos manejando, implícitamente, datos relativos a cuatro conjuntos bien diferenciados:
  • Voto consolidado (simpatizantes de A que prometen votar a A)
  • Voto fugado (simpatizantes de A que han decidido votar a otro partido distinto de A)
  • Voto inseguro (simpatizantes de A que están indecisos o que ocultan su decisión)
  • Voto prestado ( simpatizantes de otros partidos (B, C, D...) que declaran estar decididos a votar al partido A.
Si tomamos los datos del barómetro de octubre, encontraremos elementos suficientes para establecer, en el caso de PODEMOS, la siguiente distribución:
  • Intención de voto declarada + Simpatizantes indecisos (voto+Simpatía) = 19,3%
  • Simpatía total (Indecisos + Decididos) =13,1%
  • Intención de voto declarada = 17,6%
1



5




10




15




20




25
Voto +Simpatía (19,3%)
6.755.000

Voto ( 17,6 %)
6.160.000

No Simpatizan
6,2%
Simpatizantes Decididos
11,4%
INDECISOS
1,7%

TOTAL
6.755.000
Simpatizantes de otras opciones que declaran votarán a PODEMOS

Simpatizantes de PODEMOS que votarían a PODEMOS

SimpatiaaI
INDECISOS
1,7%

VOTO PRESTADO
2.170.000
VOTO CONSOLIDADO
3.990.000
VOTO INSEGURO
595.000

La distribución que obtenemos analizando los mismos datos para el PSOE, en cuanto a la composición de su probable base electoral, es bastante distinta a la de PODEMOS, pese a que la cuantía de la base electoral es muy parecida.

Según los datos del barómetro de octubre del CIS, las cifras para el PSOE serían:
  • Intención de voto declarada + Simpatizantes indecisos (voto+Simpatía) = 18,1%
  • Simpatía total (Indecisos + Decididos) =18,3%
  • Intención de voto declarada = 14,3%

1



5




10




15




20




25
Voto +Simpatía (18,1%)
6.335.000

Voto (14,3%)

Simpatizantes Decididos (14,3%)
INDECISOS
3,8%

← Simpatizantes fugados 0,2% 70.000
Simpatizantes del PSOE que votarían
al PSOE (14,3%)
Simpatizantes del PSOE Indecisos 3,8%

TOTAL
6.335.000
VOTO CONSOLIDADO
5.005.000
VOTO INSEGURO
1.330.000

La intención declarada de voto es notablemente superior en PODEMOS que en el PSOE. La diferencia puede cifrarse aproximadamente en 1,2 millones de votos a favor de Podemos.

El binomio (Voto + Simpatía) los acerca al entorno del empate técnico pues la diferencia se reduce a 0,3 millones de votos.

Cuando se considera lo que podríamos llamar Base Electoral Consolidada (con todas las precauciones y reservas, pues en un panorama tan dinámico nada puede darse por consolidado definitivamente) , el PSOE, con 5 millones de votos procedentes de sus simpatizantes decididos a votarlo, supera en más de 1 millón de votos a los simpatizantes de PODEMOS decididos a votar a esa formación.

Para completar el panorama de los partidos estatales mayoritariamente votados por ciudadanos de izquierda, señalemos que Izquierda Unida cuenta con un 4,7% de simpatizantes (1.640.000 votos) de los cuales, 175.000 permanecen indecisos y otros tantos, habían decidido ya votar a otras opciones, pese a su declarada simpatía por IU.

En resumidas cuentas, los tres partidos que se asientan sobre el electorado compuesto por los ciudadanos que se auto-ubican en la izquierda, recogen entre los tres un total de 10,3 millones de simpatizantes dispuestos a votarlos.

Si los simpatizantes indecisos, se decidiesen finalmente por votar a cualquiera de los tres, la suma ascendería a 12,4 millones de votos.

Y finalmente, si los 2.170.000 ciudadanos que dicen tener intención de votar a PODEMOS, pese a no ser simpatizantes de esa formación (tampoco son simpatizantes de PSOE ni IU) decidiesen finalmente hacerlo, el respaldo electoral de esos tres partidos de la izquierda llegaría a 14,6 millones de votos (el 41,7% del Censo electoral).

La distinción entre simpatizantes y presuntos votantes no es baladí. Si de verdad queremos hablar, con rigor, de SIMPATIZANTES, hemos de referirnos a aquellos que se identifican como tales cuando los encuestadores del CIS le preguntan a los ciudadanos:

En todo caso, ¿por cuál de los siguientes partidos siente Ud. más simpatía o cuál considera más cercano a sus propias ideas?

Si representamos la auto-ubicación ideológica de quienes confiesan ser simpatizantes de cualquiera de estas tres formaciones (total de simpatías suscitadas por cada uno, según el CIS) obtendríamos el siguiente gráfico:




En las respuestas, en octubre, se evidenciaba que el PSOE se situaba en posición hegemónica, con 6,3 millones de simpatizantes, seguido de podemos con 4,6 millones y de IU con 1.6 millones. Se evidenciaba, también, que la lucha por la 'centralidad' en sentido estricto, esto es, lo ocupación de  los tramos 5 y 6 del tablero, ha sido abandonada por los partidos de la izquierda.

Por más que se predique la necesidad de ganar esa centralidad, para arrebatársela al Partido Popular, lo cierto es que los partidos de la izquierda, están desinteresados por atraerse a esos votantes y están sumidos en una guerra fratricida, disputándose el dominio de otra centralidad distinta: el centro de la mitad izquierda del tablero.

En efecto, la batalla que se esta librando en la izquierda no es la de ganar el Centro (5 y 6) para ganar al PP. La batalla es por la hegemonía en la izquierda, hegemonía que se consigue dominando los tramos 3 y 4 donde se ubican los ciudadanos de la izquierda moderada. Es la batalla destinada a cumplir el sueño de la izquierda radical española, que no es el sueño de vencer al PP, sino el de relegar al PSOE a la categoría de partido desaparecido o subalterno.

Lo que está en cuestión no es el bipartidismo, lo que se ventila es la posibilidad de que el partido hegemónico de la izquierda no sea el PSOE, sino otro partido, que debería contar con la misma base electoral del PSOE, pero con otros dirigentes y militantes mucho más escorados a la izquierda que el conjunto de sus electores.

No entraré en la eterna discusión teológica sobre la identidad ideológica de los partidos. No me interesa saber si en la representación fluvial que Anguita propuso sobre las dos orillas del mapa político, el PSOE se sitúa en una (junto al PP) y PODEMOS en otra (junto a IU), o si tras el reciente viaje en planeadora, PODEMOS ha cruzado el río y ha venido a reunirse con el PSOE en la orilla derecha para disputarle la hegemonía de la centralidad, dejando la exclusiva de la escasamente habitada orilla izquierda a IU. Me parece una discusión de califas y santones en la que no entro.

Me limitaré a constatar que, cuando represento la ubicación de los simpatizantes de estos tres partidos, la mayor parte de esos ciudadanos, se encuentran ubicados en los tramos de la mitad izquierda del tablero:



PODEMOS, PSOE e IU son tres partidos a los que, hoy por hoy, vota la gente de izquierdas. Son, por tanto, los grandes partidos estatales de la izquierda española, que está compuesta por gentes legítimamente divididas en una pluralidad de opciones.

Por el momento, hasta octubre, el PSOE hegemonizaba las simpatías del electorado de izquierdas, porque era la opción mayoritaria en los tramos ocupados por la izquierda moderada. PODEMOS consigue, por ahora, la hegemonía en los tramos 1 y 2 (izquierda radical) y disputa al PSOE, de lejos, la primacía en la 'centralidad de la izquierda' constituida por la izquierda moderada (tramos 3 y 4). IU continúa en su posición subalterna tradicional de pequeño partido anclado en la izquierda radical democrática. La distribución cambiaría si estudiásemos la intención declarada de voto, como haremos en otro momento. Pero ello sucede porque, pese a que muchos autores lo crean (o lo den a entender sin creerlo ni decirlo) votantes y simpatizantes son dos cosas muy distintas. Especialmente, en el caso de PODEMOS

Subrayar que este panorama en la distribución de las simpatías es un panorama dinámico y rápidamente cambiante, nunca estará de más. Porque ya hemos visto que los simpatizantes presentan un distinto grado de fidelidad a sus partidos. Las dudas y las indecisiones asaltan con desigual intensidad a los seguidores de cada uno de ellos:
  • En IU, 175.000 simpatizantes , casi el 11% del total se muestran indecisos a la hora de decidir su voto en favor de IU. Otro 11% ya ha decidido votar a Otros Partidos, pese a mantener sus simpatías hacia IU.
  • EN PODEMOS, los indecisos son 695.000, que hacen el 15% de sus simpatizantes. Recién conquistados para la causa de la nueva formación y aún se piensan si la votarán o no.
  • En el PSOE, 1.330.000 simpatizantes (casi el 21% del total) dudan, precavidos, mostrándose indecisos y taimados sobre el destino final de su voto. Y 70.000 más ya han decidido compatibilizar su simpatía hacia el PSOE con un voto a otro partido.
De las posiciones que adopten estos indecisos, dependerá, en primer lugar, la fuerza electoral, el respaldo popular a la izquierda. Necesariamente, se moverán entre dos extremos: votar a un partido (a cualquiera de estos tres) y conseguir que la izquierda sume más de 12 millones de votos y más del 40% del Censo Electoral o, por el contrario,  renunciar a votar e instalarse en la abstención, en cuyo caso, los tres partidos juntos superarían ligeramente los 10 millones de votos. En segundo lugar, de las decisiones que adopten estos simpatizantes que, de momento, están indecisos, dependerá si el partido que ostente la hegemonía en la izquierda sea el PSOE o PODEMOS.

A muchos ciudadanos de izquierda, que no somos de miembros ni seguidores incondicionales de ningún partido, la cuestión de quién ostente la hegemonía de las izquierdas, nos parece una cuestión interesante pero muy secundaria. Para muchos de nosotros, el ansiado sorpasso es un capricho de hooligans que mientras pelean entre si, sirven en bandeja la vitoria de la liga a un tercer equipo.

Cualquiera de las dos fuerzas que combaten a dentelladas y con ímpetu digno de mejor causa, por conseguirla esa hegemonía, podría ser aceptada por muchos de los que pertenecemos a la izquierda no dogmática ni eclesial, sin tener que cultivar, por ello,  un amargo sentimiento de derrota: cualquiera que sea el sentido que finalmente demos a nuestro voto. Cualquiera de los tres que sea el vencedor, será -en principio- bienvenido.

Lo que si nos preocupa de forma principal a esos ciudadanos, es el abandono en el que nuestros partidos, afanados en sus luchas, están abandonando a sectores del electorado que son necesarios, imprescindibles, si deseamos un cambio significativo de nuestra estructura jurídico-política. Me refiero a los electores de Izquierda  que no muestran simpatías por los partidos de la izquierda estatal y a los electores de Centro ubicados en los tramos los tramos 5 y 6:
  • En el tramo 5 (Centro-Izquierda) hay más de 6,2 millones de electores potenciales. De ellos, solo 1,6 millones simpatizan con alguno de los tres partidos de la izquierda estatal.
  • En el tramo 6 (Centro-Derecha) hay 2,7 millones de votantes potenciales y solo 340.000 simpatizan con un partido de la izquierda estatal.
  • En esos dos tramos, 5 y 6, 2,7 millones de electores declaran no tener simpatías por ningún partido político ¿Ningún partido de la izquierda intenta acercarse a ellos?
  • En el año 2008, inmediatamente después de las elecciones, según el barómetro de abril, los electores ubicados en los tramos 5-6 sumaban 9,8 millones de votantes. El PSOE consiguió 2,8 millones de votos (el 29% de los electores situados en esos tramos del electorado de centro). 
  •  En octubre de 2014, de los 8,9 millones de votantes potenciales, las simpatías de los tres partidos de la izquierda estatal en esos tramos suman 1,9 millones, el 21%.

El PSOE ganó las elecciones en 2008 con más de 11 millones de votos sin alcanzar la mayoría absoluta. Aunque la mayoría absoluta no sea deseable, a la hora de abordar una reforma sustancial de la Constitución,  las izquierdas, que desean llevarla a efecto, aunque  sea con distintos objetivos y distintos grados de profundidad, necesitan más de los 11 millones que obtuvo el PSOE, necesitan atraer hacia ese proyecto de reforma a una mayoría social sólida que no solo debe aspirar a la mayoría absoluta, sino a una mayoría cualificada  que no baje del 60% del voto válido emitido.

Los partidos de la izquierda que desean esa renovación de la Constitución, harían bien en dejar de instalarse en el navajeo callejero, construir el marco adecuado para un nuevo consenso constitucional y afanarse en atraer las simpatías que aun les niegan los electores de izquierda (de los 14,7 millones de electores ubicados en la izquierda -tramos 1,2,3 y 4- los tres partidos de la izquierda estatal solo despiertan simpatías en 9,4 millones). Que en pleno despliegue de sus artes comunicativas y estrategias de seducción, no logren atraer la atención y la simpatía de 5,3 millones, el 36% de su "electorado natural", ya es para hacérselo mirar. Sobre todo cuando se considera que de esos 5,3 millones de electores 3,6 millones no declaran simpatía a ningún partido, es decir, están abocados a la abstención. 

Los partidos de la izquierda que desean esa renovación de la Constitución, harían bien, además, en mostrarse menos altivos y más dispuestos al pacto y a la negociación entre ellos y con otras fuerzas "de la otra orilla" para hacer posible esa renovación, atrayendo al proyecto a “votantes naturales” del centro y la derecha moderada, que consoliden una mayoría de cambio.

Siempre, claro está, que los partidos que desean el cambio constitucional estén por articularlo a través del consentimiento democrático mutuo y no proyecten imponerlo, al asalto, desde exiguas mayorías minoritarias.

Porque entre el consenso y el asalto si que circula un caudaloso río, limitado por dos orillas muy distantes. Por si no está claro y a alguien le interesa, yo estoy por el cambio constitucional, en la orilla del consenso, dispuesto a resistir cualquier asalto. Por esa razón, aunque mi voto aún no esté decidido, mis simpatías de dirigen hacia aquellas fuerzas políticas claramente dispuestas a acordar con otros partidos, por numerosos, pequeños o distintos que sean,  un nuevo texto constitucional que suscite un amplísimo respaldo de los españoles. 

sábado, 19 de julio de 2014

Subiendo al carro del vencedor

LOS ANTECEDENTES CERCANOS.

Entre el 24 de enero y el 15 de febrero de 2004, el CIS realizó una macro encuesta (Estudio nº 2555, con 24.109 entrevistas, cuando lo habitual en los barómetros es utilizar una muestra de unas 2.500) para realizar el estudio Pre-electoral relativo a los comicios que habrían de celebrarse un mes más tarde, el 14 de marzo, para elegir diputados y senadores en el parlamento español y diputados autonómicos en el parlamento andaluz. A raíz de esas encuestas el CIS elaboró una estimación de voto para el congreso que arrojó las siguientes cifras:

Partidos
Voto Directo en Encuesta
Estimación de voto CIS
Escaños
En % del Censo
En % del Voto Válido
Número
PP
26,2
42,2
176
PSOE
22,8
35,5
131
IU
4,0
6,6
10
CIU
2,1
3,7
12
ERC
1,5
1,9
6
PNV
0,8
1,8
7
BNG
0,5
1,2
3
CC
0,4
1,0
3
EA
0,1
O,5
1
CHA
0,1
0,3
1
OTROS
1,5
3,5
-
EN BLANCO
2,2
1,8

ABSTENCIÓN
6,8


NO SABE
23,6


NO CONTESTA
7,4



Obsérvese que el voto directo en la encuesta se expresa en porcentaje sobre el total del Censo Electoral, lo que significa que con cifras sin “cocinar” se mostraban dispuestos a votar al PP 9.057.819 de electores, al PSOE 7.882.377 ciudadanos y 1.382.873 a IU.

Una vez “cocinados” esos datos, es decir una vez tenidos en cuenta los factores básicos de corrección,  las simpatías, el voto oculto y otras variables de menor entidad, el CIS estimó que participarían en las elecciones el 75.1 de los censados, es decir,  25.963.445, de los cuales,  10.956.573, (el 42.2 %) irían a parar al PP, 9.217.022 (el 35.5%) al PSOE y 1.713.587 (el 6.6%) a IU.

La previsión no coincidió con el recuento en las urnas:

Candidatura
Estimación en votos
Estimación en %
Estimación en escaños
Votos obtenidos
%
Escaños
PP
10.956.573
42.2
176
9.763.144
37.7
148
PSOE
9.217.022
35.5
131
11.026.163
42.7
164
IU
1.713.587
6.6
10
1.284.081
4.96
5


Pero nadie puso en duda la solvencia demoscópica del CIS. El PSOE no montó en cólera, ni acusó de manipulación a los responsables del CIS porque le habían estimado 1.800.000 votos menos de los que acabaron dándole los ciudadanos. IU, a quien la estimación del CIS le había otorgado más de 400.000 votos por encima del resultado real, no puso en duda la profesionalidad e imparcialidad del CIS. Y el PP aceptó la estimación del CIS tan a pie y juntillas, que lo que puso en duda fue el resultado electoral, casi como si las previsiones del CIS fuesen el elemento de legitimación de los resultados y no al contrario.

La realidad es que todo el mundo entendió enseguida lo que había sucedido: los atentados de 11 de marzo, tres días antes de las votaciones le habían dado la vuelta a las encuestas. La intención directa de voto al PSOE, que en febrero no llegaba a los 8 millones de votos, se transformó en las urnas en más de 11 millones. Más de tres millones de ciudadanos cambiaron su intención de voto en unos días. No era un error en la estimación del CIS. Simplemente, la realidad y la opinión de los españoles habían cambiado bruscamente en 48 horas.

El estudio post-electoral (Estudio nº 2559) explica a la perfección la diferencia entre el voto estimado y el voto emitido:

  •     El 21,5% del Censo electoral (7.432.943 electores) admitieron que se vieron muy influenciados o bastante influenciados por los atentados del 11M a la hora de emitir su voto.
  •    Un 6,2% del Censo electoral (2.143.453 censados) confesaron haber cambiado la decisión de abstenerse por la de votar.
  •         Un 3,8% del Censo (1.313.729 ciudadanos) que estaban decididos a votar, cambiaron el sentido de su voto y lo hicieron por un partido diferente al que tenían previsto..

Cualquiera puede hacer unas sencillas operaciones para apreciar que la suma de los abstencionistas que decidieron votar, más los votantes que cambiaron de partido, arroja una cifra de 3.457.182 votos.  Si sumamos esta cifra a los 7.882.377 de ciudadanos que ya tenían pensado votar al PSOE, tenemos 11.339.559 votos, cifra muy parecida a la de votantes que apoyaron al PSOE en las urnas.

Los atentados del 11M habían provocado una tormenta política que hizo cambiar en poco tiempo el panorama político- electoral. El 10,6% del Censo, admitió que había decidido su voto después de los atentados.

Preguntado el conjunto de los electores censados, al 39,6% le pareció buena, o muy buena, la campaña electoral del PSOE, llegando hasta el 43,6% los que valoraron la campaña de Zapatero como buena o muy buena.

Eso sí: casi nadie quiso renunciar al mérito de haber participado en aquel histórico “sorpasso” en el que 3 millones de votantes habían dado la vuelta a las encuestas entregando el gobierno a quien estaba previsto que fuese la oposición. Aunque hacía pocos días que se habían celebrado las elecciones, la gente las “recordaba” de un modo muy distinto a como habían sucedido:


Partido
Recuerdo de voto
% del Censo
Voto en urnas
% del Censo
PP
7.879.611
22,8
9.763.144
28,2
PSOE
12.990.711
37,6
11.026.163
31,9
IU
1.369.044
3,9
1.284.081
3,7
OTROS
3.146.036
9,1
4.118.048
11,8
NS/NC
5.050.253
14,6
-
-
TOTAL PARTICIPACIÓN
30.423.211
88.0
26.155.436
75,6
ABSTENCIÓN
4.148.620
12.0
8.435.526
24,4
TOTAL CENSO
34.571.831
100.0
34.571.831
100,0

El famoso efecto BANDWAGON[1]  había hecho acto de presencia de modo arrollador. 



El retórico slogan ¿Quién ha sido? había logrado cambiar la decisión de voto de más de tres millones de ciudadanos. Pero una vez conocidos los resultados, fueron muchos los que no quisieron reconocer que no habían formado parte de aquel acontecimiento: más de 4 millones de abstencionistas habituales, que esta vez tampoco acudieron a las urnas, recordaban, no obstante, pocos días más tarde, que ellos, por supuesto, también habían ido a votar. Casi dos millones de personas que no habían votado al PSOE, afirmaron haberlo hecho. 

En menos de un mes, el PSOE que había iniciado la campaña con un potencial de algo menos de 8 millones de votantes, salió de las elecciones con tres millones más y unos días más tarde, 13 millones de españoles se reclamaban ya votantes del PSOE de Zapatero. Gente que no había tenido nada que ver con el cambio, se apresuraba a subirse al carro del ganador.

El efecto de la moda no se quedaba ahí. Las elecciones habían sido a mediados de marzo y en el barómetro de julio, la euforia aún no se había calmado:
  •    Los encuestados durante el mes de junio expresaban  una intención directa de voto del 39,2% del censo (13.552.157 votantes).
  •         EL Voto + Simpatía hacia el PSOE alcanzaba el 42,2 % (14.589.312)
  •         En ambos parámetros, el PSOE sacaba más de 20 puntos de ventaja, doblando las expectativas de su inmediato seguidor, el PP, y multiplicaba por 9 los apoyos a la tercera fuerza que era Izquierda Unida.

Pero los expertos funcionarios del CIS no se dejaron arrastrar por aquellas apariencias y no se rindieron al efecto “Bandwagon”:  en el caso de celebrarse una elecciones en ese momento, y aplicando sus habituales modelos de cálculo, estimaron que en esas hipotéticas elecciones, participarían solo 23.647.132  de electores y que de ellos, el 44% (es decir, la más modesta cifra de 10.404.738 ciudadanos votarían por el PSOE). Cuatro millones de votos menos que los que se deducían de las promesas de voto y simpatías que se prodigaban en aquellos días.

Aunque los votantes del PSOE estaban entonces, como ahora, integrados mayoritariamente por clase obrera con los niveles de estudios más bajos, los politólogos, sociólogos y otros expertos que abundaban entre sus cuadros, debieron recomendar a sus bases y a los medios de comunicación afines, que no hiciesen  el ridículo lanzando diatribas y sombras de sospechas de manipulación contra el CIS, solo porque en sus “cocinas” se habían perdido nada menos que cuatro millones de votos. Nadie levantó la voz contra un presunto fraude. Esos expertos del PSOE, sabían que el CIS hacía (y sigue haciendo pese a lo que diga algún ‘Mortadelo’ en el Congreso) un trabajo solvente, profesional y fiable.

Aquellas hipotéticas elecciones, estimadas en julio de 2004, no se celebraron hasta marzo de 2008. El PSOE obtuvo el 43,87 % de los votos emitidos. Un resultado, como se observará, disparatadamente desviado del 44% estimado por el CIS, casi cuatro años antes. 





[i] El Efecto Bandwagon, también conocido como el efecto de arrastre, "efecto de la moda", de "subirse al carro" o "efecto banda-carroza" y relacionado cercanamente al oportunismo, es la observación de que a menudo las personas hacen y creen ciertas cosas fundándose en el hecho de que muchas otras personas hacen y creen en esas mismas cosas. El efecto es peyorativamente llamado comportamiento gregario, particularmente cuando es aplicado a los adolescentes. Las personas tienden a seguir a la multitud sin examinar los méritos de una cosa en particular. El efecto Bandwagon es la razón del éxito del Argumentum ad populum.

El efecto Bandwagon está bien documentado en psicología conductual y tiene muchas aplicaciones. La regla general es que las conductas o creencias se propagan entre la gente, como claramente sucede con las modas, con "la probabilidad de que los individuos la adopten incremente con la proporción de quienes ya lo han hecho."  Mientras más gente lleguen a creer en algo, otros también se subirán al carro sin importar la evidencia subyacente. 

Tomado literalmente de Wikipedia : http://es.wikipedia.org/wiki/Efecto_arrastre

sábado, 24 de mayo de 2014

¿Apocalipsis abstencionista o simple normalidad?

Declaración preliminar.

El que suscribe concibe el acto de votar como un derecho inalienable amparado por la Constitución y la Declaración Universal de Derechos Humanos.  Eso significa varias cosas:
  • Nadie puede quitarme, legítimamente, ese derecho.  El reconocimiento legal de ese derecho es condición necesaria y suficiente para distinguir una dictadura de una democracia.  Un Estado que asegura la posibilidad de que sus ciudadanos pueda ejercer periódicamente la elección de sus representantes mediante el sufragio universal, igual, libre y secreto no puede ser caracterizado como una dictadura. España es una democracia. Estará en proceso de deterioro acelerado o incluso de desguace. Nos gustará más o menos. Habrá que reformarla o refundarla. Pero es una democracia. El saludo sarcástico “Hola Dictadura” o la consigna “Le llaman democracia y no lo es”, más allá de la pura propaganda, son, simplemente, una “boutade”.
  • El ejercicio del voto es un derecho, no una obligación. El ciudadano puede desistir libremente de ejercerlo y abstenerse. Pero esto no debe inducir a confusión: la abstención no es un derecho, sino la dejación de un derecho. El ejercicio del derecho a votar es legalmente protegible. La incitación sin coacción al ejercicio de ese derecho por parte de las instituciones y a costa del erario público  es, en mi opinión,   deseable en cualquier circunstancia, sin que pueda argumentarse que la invitación al voto perjudica el derecho de abstención, por cuanto que como he dicho, la abstención no me parece un derecho, diga lo que diga la Junta Electoral.
  • El debate sobre a quién beneficia o perjudica la abstención, no tiene el más mínimo sentido y es puro fuego de artificio. La abstención, perjudica siempre a quien la ejerce.  Por muy mayoritaria que llegue a ser la abstención, quienes votan y ejercen su derecho, por pocos que sean, son los que toman las decisiones y los que organizan la convivencia. Es verdad que, globalmente considerada, la abstención deslegitima y debilita la fórmula  democrática de elegir gobiernos, porque configura gobiernos con escaso respaldo, susceptibles de ser sustituidos por dictaduras golpistas de  cualquier signo. Por esa razón, la abstención no ha sido nunca  ni lo es hoy, un instrumento revolucionario, sino favorecedora del populismo, que siempre es reaccionario.
  • Sin llegar a tales extremos, en una situación de normalidad democrática, la abstención, considerada individualmente, no beneficia nunca al que la ejerce sino a sus oponentes y adversarios políticos.  La abstención de un grupo ideológicamente homogéneo de votantes perjudica a ese grupo y beneficia siempre a sus oponentes. La abstención es un auto-castigo. 

Formulada esta declaración preliminar, sin duda discutible en cada uno de sus puntos, intentaré desarrollar más amplia y fundadamente el análisis de la oleada abstencionista que amenaza con invadirnos.

La primera cuestión que abordaré es la difícil y compleja medición de “la intención de abstenerse”. Todas las agencias de sondeos suelen anunciar con más o menos contundencia un porcentaje de abstención. Pero ninguna suele explicar en que datos se basa su vaticinio y cuáles son los métodos que utilizan para llegar a ellos.

El primer dato para establecer cómo de amplia será la abstención se obtiene de una pregunta clásica a los encuestados, que es la que sirve para establecer lo que suele llamarse la intención directa de voto:
“Y suponiendo que mañana se celebrasen las elecciones al Parlamento Europeo, ¿a qué partido o coalición votaría Ud.?”

Pues bien, ateniéndonos a ese indicador, el sondeo del CIS previo a las elecciones del próximo domingo publica los siguientes datos recogidos a finales de abril:


Intención directa de voto
Grupos:
Electores CERE
45,7%
A Partidos
15.759.779
0,6%
Nulos
206.911
3,9%
En Blanco
1.344.926
23,8%
Abstención
8.207.499
25,9%
No sabe/No contesta
8.931.691
99,9%
Total
34.485.294


Si nos atenemos a estos datos no manipulados ni cocinados, los que tienen claramente decidido abstenerse son el 23,8 %, unos 8,2 millones de electores.  Constituyen lo que llamaré la abstención estructural, en el sentido de que es la abstención permanente, la ejercida por aquellos que nunca o casi nunca votan. Son los irreductibles, los que se abstienen incluso en los momentos de mayor ilusión y movilización del electorado.

En determinados momentos, el desencanto que un partido o coalición electoral provoca en sus votantes, como consecuencia del incumplimiento de sus promesas programáticas mientras estuvo en el gobierno,  puede provocar un aumento más o menos significativo de la abstención estructural: muchos electores dudan entre dar su voto a otras opciones o limitarse a negarle transitoriamente el voto a “los suyos” mediante el recurso a una abstención coyuntural

Medir esa abstención coyuntural es harto difícil.  Contrariamente a lo que se podría pensar,  la abstención coyuntural no es la mera diferencia entre la abstención estructural y la que finalmente se registra en las urnas. Porque existe un tercer componente, no estrictamente ideológico, que también influye –y mucho- en la abstención total y es lo que llamaremos  abstención ocasional. Está constituida por la suma de múltiples circunstancias y decisiones personales que no tiene una motivación necesariamente directa en el posicionamiento político ideológico del elector.

En efecto, pudiera darse el caso de que un ciudadano claramente decidido a votar a IU (o a cualquier otro partido) se encontrase con que ha perdido su documentación y al no poder identificarse, no puede ejercer su derecho y se le cuenta como abstención porque está incluido en el Censo. Podría darse el caso de que se viese obstaculizado físicamente para ir a votar (catástrofe, accidente…) o sencillamente que se viera en la ocasión de poder elegir entre dos derechos y optase finalmente por su derecho a irse a la playa e hiciese dejación de su derecho a votar. En todos esos casos, estaríamos ante una abstención ocasional, que no se deriva de una actitud militante contra el voto, ni es el resultado de un desencanto, ni una actitud de castigo. Se trata simplemente de que aunque el elector tiene claro a quién votaría, aunque sabe y declara abiertamente quienes son “los suyos” opta soberanamente,  en esta ocasión, por hacer dejación de su derecho a votar, en tanto que ejercer ese derecho no es una obligación.

En el cuadro anterior hemos visto que el 45,7% de los electores tenía decidido, a finales de abril,  votar a algún partido y que el 23,8% tenía igualmente decidido abstenerse. Un 25,9% de los electores permanecían indecisos y no tenían clara cuál será su decisión final. Eran casi 9 millones de personas que, llegado el día de las elecciones ya no podrán seguir en ese grupo, pues si siguen indecisos y no toman ninguna decisión, eso se traducirá en que no vayan a votar y por esa razón los contabilizaremos en el grupo de los abstencionistas. Puede que eso suceda y que los nueve millones en bloque no se decidan a elegir un partido, a hacer nulo o votar en blanco y en ese caso extremo, cabe admitir que se abstendrá el 48.7% del Censo, es decir, más de 17 millones de personas.

Pero también puede suceder que los indecisos tomen decisiones dispares y que unos acaben votando a un partido, otros votando en blanco, otros haciendo voto nulo y otros, finalmente absteniéndose.  Para hacernos una idea de cómo pueden evolucionar los indecisos, el CIS les suele preguntar a todos sus encuestados:
En todo caso, ¿por cuál de los siguientes partidos o coaliciones siente Ud. más simpatía o a cuál considera más cercano a sus propias ideas?

Con las respuestas podemos construir un cuadro de afinidad sumando a cada partido u opción a todos los indecisos que se han declarado simpatizantes de cada uno: es el indicador que suele llamarse Voto+Simpatía.

El sondeo pre-electoral del CIS para las elecciones europeas de mañana, elaborado el pasado mes de abril, arroja los siguientes resultados:

Intención + Simpatía
Grupos:
Electores CERE
62,8%
A Partidos
21.656.764
0,1%
Nulos
34.485
6,9%
En Blanco
2.379.485
27,3%
Abstención
9.414.485
2,9%
No sabe/No contesta
1.000.073
100,0%
Total
34.485.294

Es decir, si a los electores que ya tienen decidido votar a algún partido, le sumamos aquellos electores indecisos que manifiestan su simpatía o su cercanía a algún partido, y aceptamos que les acabaran votando, encontramos que, normalmente, el voto a partidos podría acabar llegando al 62,8% del Censo que son más de 21,5 millones de personas, a las que habría que sumar los casi 2,5 millones de personas (7%) que acudirían a votar nulo o en blanco.  Eso elevaría la participación al 69,8 % del Censo y dejaría finalmente la sbstención en el 30,2%.

La diferencia entre los que tienen claramente  decidido abstenerse y los “simpatizantes” totales de la abstención (Abstención + Simpatía) seria de un 6,4% (30,2% - 23,8%). Eso es lo que hemos llamado la abstención coyuntural: electores que antes votaban a algún partido  y que pasarían de la indecisión a la abstención, seguramente porque aunque quieren castigar a su partido retirándoles el voto, no quieren castigarlo excesivamente votando a sus oponentes, por lo que se refugian provisionalmente en la abstención, a la espera de que su partido se renueve, cambie de dirigentes o le de cualquier excusa para volver a votarlo.

No estoy sugiriendo, en modo alguno, que la abstención que se anuncia para el próximo domingo sea exagerada. Lo que afirmo, sin sugerirlo, es que los electores que están en una posición abstencionista activa, pueden evaluarse en torno al 30% del Censo Electoral y no más.

Pero puntualmente, con motivo de las elecciones europeas, una legión de abstencionistas ocasionales, pueden sumarse a la abstención: el 30% de abstencionistas  activos marcan un mínimo esperable. No es probable que bajo ninguna circunstancia la abstención fuese inferior a esa cota del 30% el próximo domingo.

Pero una cosa es el posicionamiento partidario de los electores, que queda bien dibujado con el dato voto + simpatía y otra cosa distinta es que debamos confundir la intención de votar a un partido o la simpatía declarada hacia él, con la probabilidad cierta de que esa intención se traduzca en un voto efectivo depositado en la urna.

Un ciudadano puede tener claro que, en caso de ir a votar, va a votar al PP. Pero admite que podría no ir a votar. Su intención directa de voto es votar PP. Y si le preguntamos qué partido le merece más simpatía o le parece más cercano a sus ideas, volverá a contestar que el PP. Pero si se le pregunta por el grado de seguridad con el que irá a votar, puede sorprendernos contestando que probablemente no irá a votar.
La intención directa de voto (a quién votaría, si votase) no compromete al encuestado a ir a votar.

Si le preguntásemos la razón por la cual no irá a votar,  a pesar de tener claro cuál sería su voto, seguramente encontraríamos repuestas no estrictamente ideológicas y muy diversas : viajará con motivo de la final Champions League, pasará el domingo en la playa, tiene que cuidar a los nietos, le ha salido un viaje imprevisto...

La estacion de Atocha acoge a los que inician el exodo deportivo a Lisboa ¿Volverán a tiempo y con ganas de votar?

Y seguramente esgrimirían excusas variopintas: su voto no es decisivo y ejercerlo no cambia esencialmente el resultado; el parlamento europeo no es un poder decisorio, no le interesa mucho la política, el poder de España en Europa va a ser el mismo vote o no vote (cualquiera que sea la abstención se van a elegir 54 parlamentarios)…

Me atrevería a aventurar que si profundizásemos en los motivos y en las excusas, muchos accederían a admitir que no acudirán a votar porque, aunque tienen claro lo que votarían, se sienten avergonzados, cohibidos, intimidados  ante familiares, amigos y conocidos porque su opción tiene mala prensa, pasa por un momento de estigmatización social, no es una opción defendible en su entorno y resulta preferible dejar claro, no acudiendo a votar, que no apoya las desviaciones y despropósitos del que, a pesar de todo, sigue siendo su partido.

En suma, la abstención puede verse incrementada hasta límites insospechados, por muchas consideraciones que no ponen seriamente en entredicho ni el sistema democrático ni el sistema de partidos. Veámoslo con datos:

En las Elecciones Generales de marzo de 2004, la participación fue del 75,66% y la abstención fue del 24,36%.

En las Elecciones al Parlamento Europeo de junio de 2004, la participación fue del 45,14% y la abstención se elevó al 54,86%. A nadie se le ocurrió que el sistema democrático estaba al borde del abismo, ni que el bipartidismo estuviese en quiebra, ni que hubiese que abrir un proceso constituyente. No había crisis económica.

En las elecciones Generales de marzo de 2008, la participación volvió a ser del 75,23% y la abstención del 24,67%, como en 2004. Ya se hablaba de la crisis y  aunque se negase la crisis, el paro estaba subiendo de modo desbocado.

En junio de 2009, fecha de las siguientes elecciones europeas, la crisis económica ya era evidente, pero el comportamiento electoral no cambió sustancialmente: como en la anterior convocatoria europea, la participación fue del 44,9% y la abstención del 55,1%.

Las Elecciones Generales adelantadas a noviembre de 2011, arrojaron una participación del 68,94%. La abstención “estructural”  que venía situándose en torno al 25%, subió al 31,06%. Un crecimiento de 6 puntos. Dos millones de nuevos abstencionistas. ¿Con vocación de permanencia en el grupo? ¿O se trataba de un 6% de “abstencionistas coyunturales”?

¿Cuál será la abstención el próximo domingo? Si la crisis económica y la crisis política hicieron aumentar la abstención en unos 6 puntos hasta 2011, el 55,1% de 2009, podría verse incrementado hasta el 61,1%. Eso si es que de 2011 hasta aquí no ha seguido creciendo.

Cuando el CIS preguntó a sus encuestados en abril acerca de la probabilidad de que acudiesen a votar lo hizo de dos formas distintas y estas fueron las respuestas:

Pregunta 16
¿Y piensa Ud. ir a votar en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo 25 de mayo?
Sí, con toda seguridad
43,3%
Probablemente sí
21,1%
Probablemente no
11,0%
No, con toda seguridad
18,9%
Aún no lo tiene decidido
5,5%
N.C.
0,2%

Cuando se ofrecen 4 respuestas posibles, 64,4% del Censo se muestra propenso a votar. Pero sólo un 43,3% de los encuestados prometen ir a votar con toda seguridad.

En contraposición, los abstencionistas “militantes” son el 18,9%. Sumándole los abstencionistas dubitativos, llegarían al 35,6%. Y si a ellos les sumamos los indecisos, los abstencionistas sumarían el 41,3%. En 2009, sumaron el 55%. El ambiente abstencionista no parece ser tan intenso como en las últimas europeas.

El CIS intenta matizar más aún, formulando una nueva pregunta:

Pregunta 22

Me gustaría que me dijera cuál es la probabilidad de que Ud. vote en las próximas elecciones europeas, utilizando para ello una escala de 0 a 10, donde 0 significa "con toda seguridad, no irá a votar" y 10 significa que "con toda seguridad irá a votar".

0 No irá a votar
16,1%
1
4,0%
2
4,0%
3
3,2%
4
2,6%
5
8,1%
6
4,5%
7
7,5%
8
9,9%
9
10,0%
10 Si irá a votar
28,8%

Cuando se ofrecen más respuestas, el resultado se matiza y los dos tramos más propensos a votar suman el 38,8%.  Pero debemos suponer que esa escala divide a la población en tres sectores:
  • Propensos a Abstenerse (Tramos 0,1,2,3 y 4) que suman el 29,9% del Censo.
  • Indecisos (Tramo 5) que suman 8,1%
  •   Propensos a votar  (Tramos 6,7,8,9 y 10) que suman el 60,7% del Censo.

Podemos admitir, subjetivamente, por simple intuición, que finalmente solo acudirán a votar los dos sectores “más forofos” (Tramos 9 y 10)  la abstención sería del 61,2%. Un poco mas que en 2009.

Evolución del voto a los mayoritarios y la abstención en las elecciones europeas

Parece mucho. Casi apocalíptico. Pero es lo normal. Es lo esperable: un crecimiento de  6 puntos con respecto a 2009.  Solo seis puntos,  dos millones de personas, que forman el contingente de desafectos (¿coyunturales?) que  han cosechados los feroces ataques al  supuesto “bipartidismo”. Finalmente, esos habituales del "bipartidismo", han decidido no votar  "Otros"  pero tampoco a sus preferidos. 

De ser así, habrían decidido auto-castigarse, castigando "a los suyos" con su abstención. Castigarlos,  ma non troppo.  Probablemente consigan que ganen aquellos a los que no quieren premiar. Y facilitar que lleguen al Parlamento Europeo aquellos a los que no querrían ver en el Gobierno de España. Pero todavía tienen que decidirlo ellos. Lo que les de la gana y porque les da la gana Soberanamente. Podrán hacerlo, porque viven en una democracia. 


Mañana lo veremos.