martes, 18 de febrero de 2014

Dar un sorpasso


Pese a la entonación y la inadecuada expresión empleada por Antonio Romero, en la Andalucía de los años 90 (“Si IU fuera capaz de darle el sorpasso al PSOE…”), no se trata de un andalucismo traducible por  ‘zarpazo’, ‘sopapo’ o ‘golpe por sorpresa’ como todavía creen muchos.

La palabra italiana sorpasso, puede traducirse, literalmente,  como adelantamiento o acto de sobrepasar un vehículo a otro o, en general,  un corredor a otro, en una carrera de cualquier naturaleza.  Así se utilizó para dar título a una película de Dino Rissi que se hizo famosa a comienzos de los años 60.

En el ámbito del lenguaje político, aplicado a la carrera electoral, fue usado en Italia por el Partido Comunista Italiano (PCI) para designar el proyecto,  de adelantar o superar en votos a la Democracia Cristiana (DC) y alcanzar el gobierno. Hay que advertir que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial y hasta su desaparición, el Partido Comunista Italiano fue el partido hegemónico de la izquierda, obteniendo resultados que, con frecuencia, se situaron ente el 25% y el 35% del voto válido, lo que venía a suponer el doble de los votos obtenidos por el PSI (Partido Socialista Italiano). El objetivo de adelantar a la Democracia Cristiana no era, por tanto, ninguna fantasía especulativa, sino algo perfectamente verosimil y alcanzable. Sin embargo, nunca sucedió.

En España, esa estrategia italiana del adelantamiento o sorpasso, fue adoptada por el Partido Comunista de España y por Izquierda Unida, a finales de los años 80,  pero en esta ocasión, el objetivo nunca estuvo cifrado en adelantar al PP para  que IU accediese al gobierno e impedir que lo hiciese el PP. El objetivo era mucho más modesto en términos cuantitativos y políticos: se limitaba al proyecto de adelantar al PSOE por su izquierda, para imponer, en el ámbito de la izquierda, la hegemonía electoral de los comunistas sobre los socialdemócratas y convertir al PSOE en una fuerza subsidiaria impelida a apoyar la acción de gobierno en la dirección marcada por el PCE.

Mientras en Italia, el partido hegemónico de la izquierda, pretendía aumentar su fuerza electoral para adelantar a la derecha y arrebatarle el gobierno, en España, el PCE (que no era hegemónico en la izquierda) proyectaba arrebatar  la hegemonía al PSOE, dándole el sorpasso, es decir, adelantándolo en numero de votos. Expresado en cifras, los partidarios del sorpasso nunca definieron como objetivo echar al PSOE de la carrera, sino simplemente adelantarlo. El objetivo era adelantar al PSOE. Tener más votos que él. Si el PSOE tenía 9 millones de votos  e IU 1 millón, el éxito consistía en quitarle 5 millones al PSOE, de modo que IU contase con 6 y el PSOE solo con 4. Esa diferencia, e incluso menor (5 IU - 4 PSOE) hubiese sido considerado un sorpasso, un adelantamiento triunfal... aunque, obviamente, ninguno de los dos, ni PSOE ni IU, hubiese ganado la carrera.

Pese a lo limitado del proyecto en términos cuantitativos, nunca llegó a consumarse, ni de lejos. En un momento en que el declive del PSOE, liderado por Felipe González, era ya manifiesto desde principios de los años 90, la parte de la izquierda que se había movilizado por el No en el referéndum de la Otan en 1986, que había denunciado la corrupción, las privatizaciones, la reconversión, el paro y los GAL, no logró en ningún momento acercarse al objetivo de adelantar al electorado socialista por la izquierda.

Los meritorios 2,5 millones de votos conseguidos en las europeas de 1994, recordados como un hito por sus protagonistas, apenas alcanzaron la mitad de los 5,7 millones conseguidos por el PSOE.  Pero ese resultado abría el camino a la esperanza de quienes creían llegado el momento de sacudirse “el efecto transición” que, en su opinión, había otorgado al PSOE una injusta hegemonía en el espacio de la izquierda. El PCE, que había liderado en las fábricas, en las universidades y en las calles todos los movimientos de oposición al franquismo, no pudo ni supo digerir nunca la derrota electoral frente a un PSOE que prácticamente apareció de la nada cuando el dictador estaba a punto de morirse. En esas europeas del 94, el PSOE dobló ampliamente el número de votos de una Izquierda Unida al alza,  pero el importante recorte de las distancias, afianzó la esperanzade que el ansiado sorpasso sería posible.

Esperanza que no tardaría en ser de nuevo defraudada: en las generales de 1996, el duelo ya no se jugaba en el tablero europeo y los contendientes en la cabeza de lista no eran dos socialdemócratas (Fernando Morán por el PSOE y Alonso Puerta, del PASOC, por IU) sino en el tablero español, enfrentando a un comunista en ascenso, Julio Anguita, fundador de la teoría de las dos orillas y defensor de la estrategia del sorpasso, frente a un socialdemócrata en declive que había refundado el socialismo español al grito de ¡Hay que ser socialista antes que marxista!.

El resultado puso sobre la mesa una realidad muy distinta a la esperada: Anguita apenas pudo sumar 130.000 votos a los que ya había conseguido Alonso Puerta dos años antes y los 2,6 millones de votos de Izquierda Unida se fueron por debajo de un tercio de los 9,4 millones de votos conseguidos por el derrotado Felipe González. El sorpasso de IU al PSOE estuvo muy lejos de poder consumarse. El sorpasso lo dió Aznar, adelantando al PSOE.

Y muchos aprendimos en la práctica lo que ya sabíamos por el estudio de la teoría electoral: la izquierda dividida (2,6 + 9,4 = 12 millones de votos) perdía, en la disputa teológica sobre en qué orilla estaban los puros y los limpios y cuál es el sexo de la verdadera izquierda, la oportunidad de gobernar, cedida gratuitamente al verdadero adversario: Un Aznar dispuesto a hablar catalán con tal de gobernar con 9,6 millones de votos.

En las elecciones Generales del 2000 los votantes de IU (1,26 millones, una pérdida de más del 50%) y del PSOE (7,91 millones, una pérdida del 16%) sumaron 9,1 millones de votos. Menos de los que le sirvieron a González para perder cuatro años antes. El PSOE había perdido en favor de la abstención millón y medio de votos. IU, con Paco Frutos al volante,  con menos de la tercera parte de los votos que el PSOE, perdió otro millón y medio. La disputa teológica había servido, ante todo, para mandar a la abstención a tres millones de votantes de la izquierda. El PP de Aznar, con solo 10,3 millones de votos, alcanzaba la mayoría absoluta y transformaba en cuatro años el estado social definido en la Constitución, en un estado liberal.

Fue el precio que pagamos, ufanos y complacidos de la propia pureza, aquellos que arrastrados por el encendido discurso ético del califa, quisimos salvar nuestras almas cruzando a la “orilla correcta”.  El sorpasso, el adelantamiento de la izquierda verdadera, de la izquierda real, de la izquierda ética, de la izquierda honrada, no llegó a producirse.  Y fue esa izquierda a la que muchos se complacen en llamar la izquierda falsa, la izquierda mediática, la izquierda corrupta, la izquierda de derechas, la que le hizo un sorpasso de tres millones de votos al PP, y se trajo a casa las tropas que nunca debieron ir a Irak.

Muchos, muchísimos ciudadanos, incluidos antiguos y notorios predicadores de la parábola de las dos orillas, quisieron subirse al carro del vencedor y también se embarcaron para repatriarse, cruzando a toda prisa a la orilla derecha, la orilla impura, donde, según la doctrina ortodoxa de la verdadera izquierda, habitaba el PSOE. En julio de 2004, hace casi 10 años, 15 millones de ciudadanos se reclamaban de izquierda e integraban el binomio (intención de voto + simpatía)  al PSOE.



El pasado enero el barómetro del CIS cifraba en el 17,1% del Censo (unos 6 millones de electores) el valor de ese binomio voto+simpatia.. Una pérdida de 9 millones de votantes potenciales respecto a 2004. Un millon menos de los votos reales que el PSOE obtuvo en las últimas elecciones de 2001 y 5,3 millones menos que los obtenidos en las elecciones de 2008. Una crisis, sin precedentes, mucho más profunda que la que afectó al PSOE de Felipe González, que perdió en 1996 con 9,2 millones de votos.Una crisis, que con toda seguridad, abrirá de nuevo una esperanza antigua: "Si IU fuera capaz de darle el sorpasso al PSOE..."