En los tiempos que corren, la indignación
ciudadana de los primeros tiempos de la crisis (15 de mayo de 2011) podría
acabar (22 de marzo de 2014) transformándose en cólera[1]
. Dejando al margen las manifestaciones minoritarias de violencia física
directa, la cólera ciudadana viene haciéndose evidente en un proceso creciente
de alejamiento de los partidos hegemónicos del sistema, al que frecuentemente
se califica con un exceso de benevolencia como desafección.
Más allá de la simple
desafección, una significativa minoría de activistas de muy diversa procedencia
ideológica, con y sin afiliación política, viene desplegando una intensa
campaña de demonización, ataque y derribo de esos partidos hegemónicos y de
cuestionamiento simultáneo de lo que han dado en llamar, con connotaciones
peyorativas, el “régimen” de la Transición.
En estos tiempos de cólera, esas
campañas encuentran algún eco en millones de ciudadanos que han descubierto el
“desamor” (político) por unos partidos a los que hasta ahora, habían venido
dando un apoyo afectivo (simpatía) y efectivo (votos) incuestionable.
En 2008 un poco antes de las
elecciones generales, el 31% de los ciudadanos inscritos en el Censo Electoral,
tenían ya decidido votar al PSOE. El 21% había decidido ya votar al PP. Si a
ello le sumamos aquellos simpatizantes de ambos partidos que aún no habían
decidido votarles, el PSOE elevaba al 37.1% y el PP al 24.5% los porcentajes de
ciudadanos afectos.
En 2009, en el sondeo previo a
las elecciones europeas, el 30,7% del Censo Electoral se declaraba dispuesto a
votar al PSOE y el 23.7% al PP. Sumando los simpatizantes indecisos, esas
cifras se elevaban al 37.4% para el PSOE, y 27.2% para el PP.
En estos tiempos de cólera, las
cifras han variado sustancialmente según se deduce de los sondeos de Abril de
2014, elaborados tanto para las elecciones generales como para las elecciones
europeas:
Suma de votos al PSOE + PP
|
|||||
Voto decidido
|
Voto + Simpatía
|
Voto Decidido
|
Voto + Simpatía
|
||
Generales 2008
|
52,0 %
|
61,6 %
|
54,4 %
|
64,6 %
|
Europeas 2009
|
Generales 2015
|
27,0 %
|
35,9 %
|
28,3%
|
39,1%
|
Europeas 2014
|
Diferencia
|
25,0 %
|
25,7 %
|
26,1 %
|
25,5 %
|
Diferencia
|
Datos sin cocinar obtenidos de las
encuestas pre-electorales correspondientes y del barómetro de abril último
|
Entiendo que estas cifras ponen
muy claramente de manifiesto cuáles son los efectos que la crisis económica,
que ha derivado también en crisis política e institucional, ha producido en la
base de los partidos hegemónicos del sistema: la cuarta parte del Censo
Electoral ha dejado de simpatizar con ellos y ha dejado de votarlos. En cifras
absolutas, eso supone que 8.750.000 ciudadanos han dejado de apoyar a PSOE y a
PP. De los 21,5 millones de votos que tuvieron entre los dos en 2008, pasarían
en 2015 a tener 12,75 millones de votos.
Si hacemos referencia a las
inmediatas elecciones al Parlamento Europeo, los sondeos pre-electorales establecen
que en este momento sólo han decidido votar a uno de estos dos partidos el 28,3
% del Censo Electoral, lo que equivale a menos de 10 millones de votos. En el
supuesto de que a lo largo de la campaña PP y PSOE lograran convencer a la
totalidad de sus simpatizantes indecisos para que vayan a votarlos,
conseguirían entre los dos un máximo del 39,1% de los votos del Censo: una
cifra aproximada a los 13,5 millones de votos.
Los resultados del 25 de Mayo se moverán
con toda probabilidad entre esas dos cifras dependiendo de los simpatizantes
indecisos que finalmente opten por votarlos o inclinarse por otras opciones. Si
recordamos que en las europeas de 2009, reunieron 12,8 millones de votos, la
conclusión es que posiblemente se repitan casi los mismos resultados de 2009,
fecha en la que acabaron reuniendo el 36,1% del Censo electoral. Dicho de otra
forma: la consulta europea de los próximos días puede crear la falsa impresión
de que PSOE y PP mantienen casi intacta
su capacidad de convocatoria a las urnas y que su influencia electoral no se ha
deteriorado apreciablemente desde el año 2009.
Se trata de un espejismo. En las
elecciones de 2009 el techo potencial de votos (Voto decidido+ Simpatizantes
indecisos) de estos dos partidos hegemónicos estaba en el 64,6% del Censo, algo
más de los 22,5 millones de votos que casi lograron reunir, efectivamente en
las generales de 2008 con 21,5 millones. En las generales de 2011, ese
potencial máximo, había pasado a ser el 56,8% del Censo, unos 19,8 millones de
votos de los que finalmente, solo se recogieron en las urnas 17,8 millones. En
el momento actual, el potencial máximo atribuible a estas dos formaciones es de
unos 13,5 millones de votos para las europeas de este mes y de 12,5 millones de
votos (el 35,8% del Censo) para las elecciones generales de 2015.
Como las estimaciones del CIS no
se expresan en porcentajes sobre el Censo, sino en porcentaje de votos válidos
emitidos, la ciudadanía percibe que esos porcentajes son sensiblemente parecidos
a los que habitualmente han venido alcanzando estos partidos hegemónicos, lo
que genera la impresión de que nada está cambiando, según las cifras que arrojan los sondeos. La
lectura que trasciende es que los partidos hegemónicos siguen reuniendo la
mayoría de los votos, que están a escasa distancia el uno del otro y que están
a gran distancia de los siguientes.
La percepción de los oponentes
tradicionales a estos partidos y, desde luego, la percepción de los muy
numerosos electores que han abandonado a las dos formaciones, es que la
magnitud del fenómeno, debería producir el hundimiento sin paliativos de lo que
ellos llaman –impropiamente- el bipartidismo. Como ese esperado hundimiento no
se produce, cunde la sensación de que las instituciones demoscópicas cocinan en
exceso los resultados de las encuestas, en favor de los partidos mayoritarios,
ofreciendo estimaciones fraudulentas. Entre ellos, se empieza a formular y a
tomar cuerpo la sospecha de que se prepara un fraude electoral de amplio
alcance.
Obviamente, no ocurre ni una cosa
ni la otra. Las estimaciones de voto de los institutos demoscópicos, en
general, y del CIS, en particular, son técnicamente solventes y la probabilidad
de que se aproximen a los resultados electorales reales son altas, salvo que
ocurran circunstancias extraordinarias que hagan dar un vuelco inesperado a la
opinión de los ciudadanos. Por otra parte, la posibilidad de un fraude
electoral generalizado al uso y estilo de los pucherazos del sistema canovista,
es sencillamente impensable y solo verosímil en la elucubración de mentes
calenturientas ajenas a cualquier observación serena de la realidad.
Lo que sí está ocurriendo, es que
el resto de los partidos no hegemónicos no están sabiendo diagnosticar ni
aprovechar el cambio de tendencia electoral en su propio beneficio. Han cifrado
su éxito en hundir al bipartidismo, no en ofrecer una alternativa, un recambio
a los partidos hegemónicos. Están más atentos a producir el desgaste de PP y
PSOE, que a hacer crecer su electorado para convertirse ellos mismos en
alternativas reales de gobierno.
De confirmarse las tendencias que ahora mismo
señalan las encuestas, PP y PSOE podrían perder unos 9 millones de votos entre
los dos, en el período que va desde las generales de 2008 (21,5 millones de
votos) a 2015 (12,5 millones de votos previsibles como máximo).
¿En qué medida beneficiará al
resto de los partidos la posible consolidación de esa pérdida?
En las elecciones de 2008, el
conjunto de todos los partidos no hegemónicos obtuvieron un total de 4,4
millones de votos. En las elecciones europeas de 2009 sus votos se redujeron a
3.1 millones. En las generales de 2011, obtuvieron 6,1 millones de votos. En
los próximas europeas el techo máximo previsible para estos partidos (voto
decidido + simpatizantes indecisos) está previsto en un 25% del Censo Electoral.
En la previsión actual para las elecciones generales de 2015, esa previsión
máxima se situaría en el 25,8% del Censo que equivale a unos nueve millones de
votos.
Así pues, si en los próximos
procesos electorales se consolida la tendencia a la que parecen apuntar los
sondeos del último año, podría dibujarse un panorama novedoso y más dinámico
que el de las últimas décadas, aunque al mismo tiempo sea bastante incierto y
nada halagüeño para el electorado de izquierdas.
El escenario que se dibujará,
según esas previsiones, se parecerá muy probablemente al siguiente:
Un parlamento apoyado por un 60%
de la población con derecho a voto, y una abstención del 40% (14 millones de
ciudadanos), en el que los dos fuerzas hegemónicas, que seguirían siendo PP y
PSOE, no llegarían a sumar entre las dos tantos votos como la abstención.
Al lado de estas dos fuerzas
hegemónicas encontraríamos una constelación de pequeños partidos que aunque
crecen espectacularmente respecto a sus resultados habituales, no llegan a sumar, todos juntos, más allá de 9 millones
de votos. Ello supondría que de los 9 millones de votos perdidos por los
partidos hegemónicos, solo revertirían en favor de los demás 4,6 millones de
votos, yendo a parar los 4,4 millones restantes a la abstención.
De esos 9 millones de votos, una
cantidad cercana a los dos millones iría a parar a una multitud de pequeños
partidos que ni siquiera llegarían a obtener representación parlamentaria. Serían votos perdidos. EL
grupo de Los Otros, aportaría a la
configuración del Parlamento un total aproximado de 7 o 7,5 millones de
votos. El más beneficiado de todos
ellos, la coalición Izquierda Plural, sobrepasaría ligeramente los tres
millones de votos en el supuesto más favorable.
En esas condiciones, una
hipotética coalición PSOE-IU, al margen de las dificultades intrínsecas de
carácter político que dificultarían sobremanera su configuración y mantenimiento, reuniría en torno a los 9 millones de votos (aproximadamente
un 42% de los votos emitidos en ese supuesto escenario) porcentaje insuficiente
para configurar una mayoría absoluta que les permitiese gobernar establemente.
Presentándose a las elecciones como candidaturas independientes, se necesitaría
reunir bastante más del 50% de los votos populares para conseguir más del 50%
de los diputados.
Si todos los Otros Partidos de izquierda con representación parlamentaria (IU,
Amaiur, ERC, BNG, Compromis…) unieran sus fuerzas (13% del Censo, 4,5
millones de votos) a los resultados del PSOE
(18,5% del Censo; 6,5 millones de votos)
posibilidad realmente inimaginable porque como es sabido, “el PSOE no es un partido de
izquierdas sino una formación de derechas prácticamente indistinguible del PP”,
reunirían entre todos el 31,5% del Censo, es decir, 11 millones de votos que
supondrían el 51% de los votos emitidos y quizá algo menos de la mitad de los
diputados.
Como se puede observar, el
panorama del electorado de izquierdas, una vez obtenida la puntual satisfacción
histórica de poner de rodillas al falso partido de izquierdas que ha venido
usurpando su espacio político en las últimas décadas, no dejaría de ser
inmediatamente muy sombrío.
Excluido el modelo “andalusian style” con la coalición PSOE-IU, la izquierda tiene
muy pocas posibilidades de alcanzar el gobierno del Estado. Y ese modelo quedaría excluido, primero, por ser
anti-natura, al intentar constituir un gobierno liderado por la falsa izquierda
y apoyado por la verdadera izquierda, y segundo por ser probablemente
insuficiente para obtener mayoría parlamentaria.
El pacto entre la falsa izquierda
(PSOE) y la verdadera derecha (PP) parece presentar menores inconvenientes en
cuanto a la compatibilidad ideológica de los integrantes y en cuanto a la
posibilidad de alcanzar una mayoría parlamentaria suficiente. Estaríamos ante
el modelo “deutchland style”, que además de procurar un gobierno
presuntamente más estable, provocaría el delirio orgásmico (político) de la izquierda
verdadera, que seguramente olvidaría transitoriamente la maldad de los
recortes, hasta haber celebrado convenientemente la demostración parcial de
la tesis política principal de sus
análisis más recientes, a saber, que PSOE = PP.
Siempre podría suceder, aunque es
harto improbable, que el PSOE mantuviese su impostura
y se negase a formar parte de esa coalición. En ese caso, podríamos
poner en marcha el modelo “Monago’s style”: una amplia
coalición de la derecha, que aun sin poseer mayoría estaria sostenida por la abstención responsable de IU, en aras
de la gobernabilidad.
No deja de ser un gobierno de la derecha. Pero… y la
tranquilidad moral que tendríamos todos al saber que la verdadera izquierda vigila
atentamente todos sus movimientos… eso no tiene precio.
En los tiempos de la cólera, la
pureza es un bien superior, aunque venga de la mano del desamor. Político.
[1] La indignación
designa el enfado provocado por una situación injusta. Ira, cólera e irritación
designan un enfado violento, generalmente acompañado de la pérdida de dominio
de uno mismo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario