viernes, 9 de mayo de 2014

El desamor (político) en el tiempo de la cólera.


En los tiempos que corren, la indignación ciudadana de los primeros tiempos de la crisis (15 de mayo de 2011) podría acabar (22 de marzo de 2014) transformándose en cólera[1] . Dejando al margen las manifestaciones minoritarias de violencia física directa, la cólera ciudadana viene haciéndose evidente en un proceso creciente de alejamiento de los partidos hegemónicos del sistema, al que frecuentemente se califica con un exceso de benevolencia como desafección.

Más allá de la simple desafección, una significativa minoría de activistas de muy diversa procedencia ideológica, con y sin afiliación política, viene desplegando una intensa campaña de demonización, ataque y derribo de esos partidos hegemónicos y de cuestionamiento simultáneo de lo que han dado en llamar, con connotaciones peyorativas, el “régimen” de la Transición.

En estos tiempos de cólera, esas campañas encuentran algún eco en millones de ciudadanos que han descubierto el “desamor” (político) por unos partidos a los que hasta ahora, habían venido dando un apoyo afectivo (simpatía) y efectivo (votos) incuestionable.

En 2008 un poco antes de las elecciones generales, el 31% de los ciudadanos inscritos en el Censo Electoral, tenían ya decidido votar al PSOE. El 21% había decidido ya votar al PP. Si a ello le sumamos aquellos simpatizantes de ambos partidos que aún no habían decidido votarles, el PSOE elevaba al 37.1% y el PP al 24.5% los porcentajes de ciudadanos afectos.

En 2009, en el sondeo previo a las elecciones europeas, el 30,7% del Censo Electoral se declaraba dispuesto a votar al PSOE y el 23.7% al PP. Sumando los simpatizantes indecisos, esas cifras se elevaban al 37.4% para el PSOE, y 27.2% para el PP.

En estos tiempos de cólera, las cifras han variado sustancialmente según se deduce de los sondeos de Abril de 2014, elaborados tanto para las elecciones generales como para las elecciones europeas:


Suma de votos al PSOE + PP


Voto decidido
Voto + Simpatía
Voto Decidido
Voto + Simpatía

Generales 2008
52,0 %
61,6 %
54,4 %
64,6 %
Europeas 2009
Generales  2015
27,0 %
35,9 %
28,3%
39,1%
Europeas 2014
Diferencia
25,0 %
25,7 %
26,1 %
25,5 %
Diferencia
Datos sin cocinar obtenidos de las encuestas pre-electorales correspondientes y del barómetro de abril último

Entiendo que estas cifras ponen muy claramente de manifiesto cuáles son los efectos que la crisis económica, que ha derivado también en crisis política e institucional, ha producido en la base de los partidos hegemónicos del sistema: la cuarta parte del Censo Electoral ha dejado de simpatizar con ellos y ha dejado de votarlos. En cifras absolutas, eso supone que 8.750.000 ciudadanos han dejado de apoyar a PSOE y a PP. De los 21,5 millones de votos que tuvieron entre los dos en 2008, pasarían en 2015 a tener 12,75 millones de votos.

Si hacemos referencia a las inmediatas elecciones al Parlamento Europeo, los sondeos pre-electorales establecen que en este momento sólo han decidido votar a uno de estos dos partidos el 28,3 % del Censo Electoral, lo que equivale a menos de 10 millones de votos. En el supuesto de que a lo largo de la campaña PP y PSOE lograran convencer a la totalidad de sus simpatizantes indecisos para que vayan a votarlos, conseguirían entre los dos un máximo del 39,1% de los votos del Censo: una cifra aproximada a los 13,5 millones de votos.

Los resultados del 25 de Mayo se moverán con toda probabilidad entre esas dos cifras dependiendo de los simpatizantes indecisos que finalmente opten por votarlos o inclinarse por otras opciones. Si recordamos que en las europeas de 2009, reunieron 12,8 millones de votos, la conclusión es que posiblemente se repitan casi los mismos resultados de 2009, fecha en la que acabaron reuniendo el 36,1% del Censo electoral. Dicho de otra forma: la consulta europea de los próximos días puede crear la falsa impresión de que PSOE y PP mantienen casi  intacta su capacidad de convocatoria a las urnas y que su influencia electoral no se ha deteriorado apreciablemente desde el año 2009.

Se trata de un espejismo. En las elecciones de 2009 el techo potencial de votos (Voto decidido+ Simpatizantes indecisos) de estos dos partidos hegemónicos estaba en el 64,6% del Censo, algo más de los 22,5 millones de votos que casi lograron reunir, efectivamente en las generales de 2008 con 21,5 millones. En las generales de 2011, ese potencial máximo, había pasado a ser el 56,8% del Censo, unos 19,8 millones de votos de los que finalmente, solo se recogieron en las urnas 17,8 millones. En el momento actual, el potencial máximo atribuible a estas dos formaciones es de unos 13,5 millones de votos para las europeas de este mes y de 12,5 millones de votos (el 35,8% del Censo) para las elecciones generales de 2015.

Como las estimaciones del CIS no se expresan en porcentajes sobre el Censo, sino en porcentaje de votos válidos emitidos, la ciudadanía percibe que esos porcentajes son sensiblemente parecidos a los que habitualmente han venido alcanzando estos partidos hegemónicos, lo que genera la impresión de que nada está cambiando,  según las cifras que arrojan los sondeos. La lectura que trasciende es que los partidos hegemónicos siguen reuniendo la mayoría de los votos, que están a escasa distancia el uno del otro y que están a gran distancia de los siguientes.

La percepción de los oponentes tradicionales a estos partidos y, desde luego, la percepción de los muy numerosos electores que han abandonado a las dos formaciones, es que la magnitud del fenómeno, debería producir el hundimiento sin paliativos de lo que ellos llaman –impropiamente- el bipartidismo. Como ese esperado hundimiento no se produce, cunde la sensación de que las instituciones demoscópicas cocinan en exceso los resultados de las encuestas, en favor de los partidos mayoritarios, ofreciendo estimaciones fraudulentas. Entre ellos, se empieza a formular y a tomar cuerpo la sospecha de que se prepara un fraude electoral de amplio alcance.

Obviamente, no ocurre ni una cosa ni la otra. Las estimaciones de voto de los institutos demoscópicos, en general, y del CIS, en particular, son técnicamente solventes y la probabilidad de que se aproximen a los resultados electorales reales son altas, salvo que ocurran circunstancias extraordinarias que hagan dar un vuelco inesperado a la opinión de los ciudadanos. Por otra parte, la posibilidad de un fraude electoral generalizado al uso y estilo de los pucherazos del sistema canovista, es sencillamente impensable y solo verosímil en la elucubración de mentes calenturientas ajenas a cualquier observación serena de la realidad.

Lo que sí está ocurriendo, es que el resto de los partidos no hegemónicos no están sabiendo diagnosticar ni aprovechar el cambio de tendencia electoral en su propio beneficio. Han cifrado su éxito en hundir al bipartidismo, no en ofrecer una alternativa, un recambio a los partidos hegemónicos. Están más atentos a producir el desgaste de PP y PSOE, que a hacer crecer su electorado para convertirse ellos mismos en alternativas reales de gobierno.

 De confirmarse las tendencias que ahora mismo señalan las encuestas, PP y PSOE podrían perder unos 9 millones de votos entre los dos, en el período que va desde las generales de 2008 (21,5 millones de votos) a 2015 (12,5 millones de votos previsibles como máximo).

¿En qué medida beneficiará al resto de los partidos la posible consolidación de esa pérdida?

En las elecciones de 2008, el conjunto de todos los partidos no hegemónicos obtuvieron un total de 4,4 millones de votos. En las elecciones europeas de 2009 sus votos se redujeron a 3.1 millones. En las generales de 2011, obtuvieron 6,1 millones de votos. En los próximas europeas el techo máximo previsible para estos partidos (voto decidido + simpatizantes indecisos) está previsto en un 25% del Censo Electoral. En la previsión actual para las elecciones generales de 2015, esa previsión máxima se situaría en el 25,8% del Censo que equivale a unos nueve millones de votos.

Así pues, si en los próximos procesos electorales se consolida la tendencia a la que parecen apuntar los sondeos del último año, podría dibujarse un panorama novedoso y más dinámico que el de las últimas décadas, aunque al mismo tiempo sea bastante incierto y nada halagüeño para el electorado de izquierdas.

El escenario que se dibujará, según esas previsiones, se parecerá muy probablemente al siguiente:

Un parlamento apoyado por un 60% de la población con derecho a voto, y  una abstención del 40% (14 millones de ciudadanos), en el que los dos fuerzas hegemónicas, que seguirían siendo PP y PSOE, no llegarían a sumar entre las dos tantos votos como la abstención.

Al lado de estas dos fuerzas hegemónicas encontraríamos una constelación de pequeños partidos que aunque crecen espectacularmente respecto a sus resultados habituales, no llegan  a sumar, todos juntos, más allá de 9 millones de votos. Ello supondría que de los 9 millones de votos perdidos por los partidos hegemónicos, solo revertirían en favor de los demás 4,6 millones de votos, yendo a parar los 4,4 millones restantes a la abstención.

De esos 9 millones de votos, una cantidad cercana a los dos millones iría a parar a una multitud de pequeños partidos que ni siquiera llegarían a obtener representación parlamentaria. Serían votos perdidos. EL grupo de Los Otros, aportaría a la configuración del Parlamento un total aproximado de 7 o 7,5 millones de votos.  El más beneficiado de todos ellos, la coalición Izquierda Plural, sobrepasaría ligeramente los tres millones de votos en el supuesto más favorable.

En esas condiciones, una hipotética coalición PSOE-IU, al margen de las dificultades intrínsecas de carácter político que dificultarían sobremanera su configuración  y mantenimiento,  reuniría en torno a los 9 millones de votos (aproximadamente un 42% de los votos emitidos en ese supuesto escenario) porcentaje insuficiente para configurar una mayoría absoluta que les permitiese gobernar establemente. Presentándose a las elecciones como candidaturas independientes, se necesitaría reunir bastante más del 50% de los votos populares para conseguir más del 50% de los diputados.

Si todos los Otros Partidos de izquierda con representación parlamentaria  (IU, Amaiur, ERC, BNG, Compromis…) unieran sus fuerzas (13% del Censo, 4,5 millones de votos) a los resultados del PSOE (18,5% del Censo;  6,5 millones de votos) posibilidad realmente inimaginable porque como es sabido, “el PSOE no es un partido de izquierdas sino una formación de derechas prácticamente indistinguible del PP”, reunirían entre todos el 31,5% del Censo, es decir, 11 millones de votos que supondrían el 51% de los votos emitidos y quizá algo menos de la mitad de los diputados.

Como se puede observar, el panorama del electorado de izquierdas, una vez obtenida la puntual satisfacción histórica de poner de rodillas al falso partido de izquierdas que ha venido usurpando su espacio político en las últimas décadas, no dejaría de ser inmediatamente muy sombrío.

Excluido el modelo  “andalusian style”  con la coalición PSOE-IU, la izquierda tiene muy pocas posibilidades de alcanzar el gobierno del Estado. Y ese modelo quedaría excluido, primero, por ser anti-natura, al intentar constituir un gobierno liderado por la falsa izquierda y apoyado por la verdadera izquierda, y segundo por ser probablemente insuficiente para obtener mayoría parlamentaria.




El pacto entre la falsa izquierda (PSOE) y la verdadera derecha (PP) parece presentar menores inconvenientes en cuanto a la compatibilidad ideológica de los integrantes y en cuanto a la posibilidad de alcanzar una mayoría parlamentaria suficiente. Estaríamos ante el modelo “deutchland style”, que además de procurar un gobierno presuntamente más estable, provocaría el delirio orgásmico (político) de la izquierda verdadera, que seguramente olvidaría transitoriamente la maldad de los recortes, hasta haber celebrado convenientemente la demostración parcial de la  tesis política principal de sus análisis más recientes, a saber, que PSOE = PP.



Siempre podría suceder, aunque es harto improbable, que el PSOE mantuviese su impostura y se negase a formar parte de esa coalición. En ese caso,  podríamos poner en marcha el modelo “Monago’s style”: una amplia coalición de la derecha, que aun sin poseer mayoría estaria sostenida por la abstención responsable de IU, en aras de la gobernabilidad. 



No deja de ser un gobierno de la derecha. Pero… y la tranquilidad moral que tendríamos todos al saber que la verdadera izquierda vigila atentamente todos sus movimientos… eso no tiene precio.



En los tiempos de la cólera, la pureza es un bien superior, aunque venga de la mano del desamor. Político.





[1] La indignación designa el enfado provocado por una situación injusta. Ira, cólera e irritación designan un enfado violento, generalmente acompañado de la pérdida de dominio de uno mismo.

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